El estadio Édgar Rentería: el eco de los gritos del ‘hit de oro’ de hace 21 años
La gran casa del Mundial de Béisbol Sub-23 comenzó a cimentarse con el título de la Serie Mundial logrado hace 21 años.
"Craig Counsell corriendo la tercera base”, fueron las primeras palabras con las que el narrador deportivo Édgar Perea comenzó a delinear lo que sería el turno más importante que hasta ese momento un pelotero colombiano hubiera tomado en las Grandes Ligas.
“Presentando la bola, tres hombres en base, Rentería al bate, lanzamiento en curva… strike le marcan el primero a Édgar Rentería”, continuó Perea relatando a traves de la Cadena Latina de la CBS, que encontró en eco en Colombia en diferentes emisoras de Barranquilla.
“Rentería tiene hoy dos hits en cinco veces al bate”, anunció ‘El Campeón’ sobre el peligro que representaba para los Indios de Cleveland, y su lanzador Charles Nagy, el swing del pelotero barranquillero, un novato que hace unos meses se había ganado el puesto de parador en corto de los Marlins y que ahora se encontraba jugando el partido definitivo de la Serie Mundial.
“Édgar Rentería podría empujar la carrera que le dé a su equipo el título mundial, todo está en su bate”, pregonaba Perea, tal como si se tratara de la profecía del final de los tiempos.
De otro lado, a unos cientos de kilómetros del estadio Pro Player, de Miami, un hombre de ascendencia lituana y que se hizo costeño por los pulmones de tanto respirar el aire caribeño de la ‘Arenosa’, Mike Schmulson, narraba por la señal del canal regional Telecaribe como el ‘Niño’ había sido un jugador fundamental durante la temporada.
“Colombia, Édgar Rentería tiene en su bate la Serie Mundial… strike cantado, vamos pelao… Rentería ha sido un bateador genial y grande para este equipo…”, afirmó el locutor instantes altos del último pitcheo de esa Serie Mundial.
Fue en ese momento en que Nagy, buscando sorprender al joven de Montecristo, que un día salió de barrio para irse a un país donde nadie hablaba como él y el bocachico era un recuerdo lejano, le lanzó un pitcheo quebrado con la esperanza de ponerlo contra la pared en cuenta de 0-2.
Sin embargo, allí llegó la grandeza.
“Presenta la bola el pitcher”, anunció Perea, “aquí viene la bola para home… roletazo sobre seguna ¡la bola se va de hit! ¡Hit la bola! ¡Hit la bola! ¡Hit la bola de Rentería! ¡Hit la bola! ¡Y los Marlins son los campeones del mundo! Los Marlins campeones del mundo, hit la bola de Rentería… ¡Arriba Colombia! Rentería mete el cañonazo de hit y los Marlins son campeones del mundo”, reventó desde la garganta del locutor.
Al mismo tiempo, en su estudio de televisión, ya de frente a la pantalla, Schmulson hizo un suspiro y un silencio dramático, antes de estallar con la elegancia de los presentadores televisivos de la década de los noventa.
“¡Va una línea de hit y el equipo de los Marlins acaba de entrar a la Serie Mundial! ¡Rentería acaba de darle a los Marlins la Serie Mundial! Édgar Rentería, decía que era el jugador más habilidoso, los Marlins acaban de ganar la Serie Mundial ¡Colombia!”, decía al tiempo que sonaban los primeros acordes del himno nacional.
Ese batazo de Rentería fue de alguna manera, al menos simbólica, fue la primera piedra del moderno escenario donde hoy se juega en Barranquilla el Mundial de Béisbol sub-23, torneo que alberga a jugadores que, en el mejor de los casos, sólo tenían dos años cuando el pelotero se consagró.
Sin embargo, el recuerdo completo de su primer anillo de Serie Mundial se conserva intacto en las entrañas del escenario para ellos, en el museo Tomás Arrieta, donde se observa el anillo que ganó en la serie Mundial, la portada de la Sports Illustrated donde se lee el ‘Séptimo Paraíso’, en referencia a la victoria en siete partidos del equipo de Miami.
También está la camisa que usó esa noche Rentería, resguardada por el bate con el cual pegó el hit de oro, coronada por el casco que salió volando de su cabeza cuando estaba pocos metros de pisar primera para consumar su hazaña.
Hoy, en lo profundo de sus jardines, en las esquinas de las bases, en las sillas de las gradas, en varios de sus rincones, aún retumban los sonoros aplausos de los aficionados que ovacionaron de pie cuando por el pasado 31 de mayo, durante la inauguración del parque, en los altoparlantes se reprodujeron estos dos relatos.
Ni a Édgar Perea ni a Mike Schmulson la vida les dio los suficientes innings para tomar un turno en el Rentería, ni mucho menos para ver un out caer dentro del estadio. Lo que sí es seguro es que sus legendarias narraciones aún hoy permanecen en el diamante de la memoria de los aficionados.